"Según la visión científica tradicional, somo sólo observadores pasivos viviendo en un universo sobre el que tenemos poca influencia. Sin embargo, los últimos descubrimientos de la física nos ofrecen una visión muy distinta: no estamos en absoluto separados del mundo que nos rodea ni tampoco somos meros observadores pasivos de la realidad. Existe un campo de energía que conecta todas las cosas, que forma todas las cosas y que es el origen de nuestro mundo: la Matriz Divina." - Gregg Braden


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Namasté

El Uróboros


Según la Enciclopedia Británica, el Uróboros u Ouraboros, es la emblemática serpiente del antiguo Egipto y la antigua Grecia, representada con su cola en su boca, devorándose continuamente a sí misma. Expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino que cambian de forma perpetua en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación.
En algunas representaciones antiguas, el uróboros u ouroboros aparece complementada con la inscripción griega εν το παν (hen to pan), es decir todo es uno. Se asocia a la alquimia. Representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto concluyen. En un sentido más general simboliza el tiempo y la continuidad de la vida. En algunas representaciones el animal se muestra con una mitad clara y otra oscura haciendo recordar la dicotomía de otros símbolos similares como el yin y yang. En la Alquimia, el Ouroboros simboliza la naturaleza circular de la obra del alquimista que une los opuestos: lo consciente y lo inconsciente. Siendo igualmente un símbolo de purificación, que representa los ciclos eternos de vida y muerte.
El registro más antiguo de su aparición es en un libro de Alejandría, en el siglo II, que decía hen to pan, o "todo es uno". Aquí ya se lo presenta mitad blanco, mitad negro, demostrando la dualidad presente en todo.
Igualmente podemos encontrar un mito similar en la mitología nórdica. En esta mitología, la serpiente Jormungand llegó a crecer tanto que pudo rodear el mundo y apresarse su propia cola con los dientes.